domingo, 30 de septiembre de 2012

Como si tal cosa

Es frustrante. Es realmente frustrante ir a una manifestación por los derechos que nos están mutilando y cruzarte a cientos de personas con cara y actitud de que la cosa no va con ellos. Comprando, paseando tranquilamente, tomándose un café... Ignoro la causa que les lleva a pasar completamente de cualquier tipo de reivindicación. No sé si esa "mayoría silenciosa" que tanto le gusta al señor Rajoy lo es por pereza, por desacuerdo, por desconocimiento o por puro egoísmo. Supongo que hay de todo. Pero vamos, que yo pensaba que si ya había miles de razones para salir a la calle, el hecho de que el amigo Mariano se adjudique como apoyos a los ausentes debería haber sido un revulsivo para que no se quede en casa ni el Tato. No ha sido así.

Ni siquiera la injustificable fuerza con la que está actuando la Policía en todo el país, ni la censura que se ha aplicado (o se ha intentado aplicar) a los medios de comunicación ha sido capaz de hacer hervir suficientemente la sangre en las venas del español medio, que tal vez piensa que esto se va a solucionar, que esto no puede durar eternamente y que sólo hay que aguantar un poco más. Y yo me digo a mi mismo y a quien quiera escucharlo, que incluso aunque fuera así, aunque todo se solucionara milagrosamente mañana por la mañana y la prima de riesgo bajara a los límites normales (sean los que sean), el empleo creciera escandalosamente, y el IVA volviera a su ser, seguiríamos teniendo razones para estar en las plazas y para protestar enérgicamente. Todos nosotros, ciudadanos de todo tipo, ideología y condición, trabajadores (en los que se incluyen amas y amos de casa), autónomos, pequeños empresarios, estudiantes, parados, inmigrantes, funcionarios... Porque hemos vuelto atrás en el tiempo, porque nos han quitado de un plumazo derechos laborales y civiles que costaron décadas y mucha sangre y nos han dificultado enormemente el acceso a la Educación y a la Sanidad. Porque no han puesto fecha de caducidad a estas reformas que si como argumentan son propiciadas por la situación económica, debería haberse establecido por ley qué condiciones tienen que darse para que recuperemos los derechos que nos están secuestrando. Porque nos están mintiendo. Porque llevan décadas engañándonos de una forma vil y descarada para su propio beneficio.

Pues o bien no todo el mundo se da cuenta de esto, o bien no le parece suficiente motivo para moverse. Tal vez mucha gente piensa que no servirá de nada, que la reivindicación sólo empeora las cosas y mientras tenga trabajo y le vaya medianamente bien, seguirá "a lo suyo". Resulta increíble que tenga que decir esto pero vivimos en una sociedad, y el bienestar de sus individuos está invariablemente ligado al bienestar de la mayoría. Y la mayoría no son Rajoy, ni Cospedal, ni Bono, ni Rubalcaba. Ni Botín, ni Francisco González, ni Amancio Ortega. Ni Cristiano Ronaldo ni Belén Esteban.

La mayoría son la vecina a la que echaron estando embarazada, el amigo o familiar que lleva 2 años en paro y se le acaba la prestación, el que acabó la carrera y se fue a buscar las habichuelas al extranjero porque aquí sólo aspiraba a un trabajo cuyo uniforme es una gorra y polo rojos, el que se metió en una hipoteca que no pudo pagar y le embargaron una casa que tiene que seguir pagando. La mayoría son aquellos a los que no les queda otra que aceptar trabajos en condiciones de semiesclavitud porque los que nos gobiernan y nos "representan" (muchos de ellos empresarios o con intereses en grandes empresas) han decidido que el que los trabajadores tengan derechos sale caro de cojones.

No hay más que echar un ojo a las reacciones del Gobierno ante los actos del 25S, 26S y 29S: sugieren modificar la Ley para evitar que se repitan esas manifestaciones. No asumen que no podemos seguir tragando, lo que pretenden es evitar que lo digamos.

Y aun así, la "mayoría silenciosa" no saldrá a la calle. Es jodidamente frustrante.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La fábula del mecánico

Imaginemos que el coche de un ciudadano español medio tiene un problema, hace ruidos muy raros y da la sensación de que empeora por momentos. Pregunta en un taller diferente al último al que lo llevó porque no quedó muy satisfecho y de hecho sospecha que igual se la liaron parda allí. Los del nuevo taller confirman que los anteriores eran unos zoquetes, y que si se lo deja a ellos prometen solucionar todos los problemas del coche, echarlo a andar e incluso hacerle mejoras para que el coche sea más seguro, más bonito, y huela mejor. Deja el coche allí y al cabo de una semana se pasa a preguntar qué tal. Le dicen que los anteriores mecánicos habían destrozado el motor por completo, que aquello estaba peor de lo que parecía, y que hay que meter mano a fondo y probablemente habrá que recortarle algunas prestaciones. Lo entiende. Nuestro amigo lo entiende, sabe que le va a salir un poco más caro de lo que pensaba y que tardará más en poder utilizar el coche normalmente.

A la semana siguiente vuelve al taller y le comentan que le han quitado el aire acondicionado, los cinturones de seguridad, la 4ª velocidad y el medidor de combustible. "¡Joder!", piensa el buen hombre. Encima le dicen que tampoco aseguran que aquello solucione el problema, que había estado conduciendo el coche por encima de las revoluciones a las que se podía conducir y que ahora tenía que hacer sacrificios. El señor empieza a recordar que en un taller de la misma franquicia, le habían dicho algunos años atrás que le ponían una centralita y que su coche, aun pareciendo modesto, podía correr como un Bugatti Veyron cualquiera y además consumiendo lo que un Cinquecento. "¿Y no se me romperá algo, oiga?", preguntó entonces. "Calle, calle, que nosotros somos mecánicos profesionales y esto le va a ir de lujo". El ciudadano nota cierto arrepentimiento por no haberlo pensado un poco más en aquel momento, pero es que conducir un superdeportivo era realmente tentador. Protesta ligeramente y se marcha del taller refunfuñando.

A las dos semanas vuelve, y resulta que se encuentra al jefe de taller hablando con un tipo alemán, y por lo poco que entiende, parece que está hablando de venderle el coche. Al dueño del vehículo casi le da un ataque y mira ojiplático al mecánico, que se apresura a responder: "No se preocupe usted, buen hombre, que no es una venta como tal. Es sólo una simple transacción de un bien a cambio de moneda. Este amable caballero va a darnos dinero a nosotros para que reparemos su vehículo, y después será él quien lo conduzca. Usted prácticamente no va a notar nada porque lo más seguro que los sitios a donde quiera ir este señor alemán le pillan a usted de paso. Por cierto que tendrá usted que irle pagando poco a poco por el coche (la verdad es que nos ha puesto unas condiciones muy favorables, somos unos magos de la gestión y la negociación)". El resto de mecánicos aplaude al jefe de taller mientras la sangre del señor español empieza a removerse y a hervir, y comienza a proferir insultos y a enfrentarse a los mecánicos, que directamente le ignoran y actúan como si nada ocurriera (aunque se escucha de fondo a una mecánica decir "¡Jódase, pringao!") . De reojo le parece ver que en la parte de atrás de su vehículo hay una pequeña fiesta con champán y puros. Amenaza con volver al día siguiente y sentarse a las puertas del taller hasta que le devuelvan el control de su coche, y ni cortos ni perezosos los mecánicos le comparan con un ladrón de poca monta y le dicen que es una vergüenza que actúe de forma tan incivilizada.

El tío va, al día siguiente, y se sienta en la puerta del taller, donde curiosamente le dicen que el jefe de taller no está, que se ha ido de viaje a ver al jefe de un taller mucho más grande. Cuando lleva media hora sentado, no sabe muy bien de donde, aparecen unos individuos y le empiezan a dar de palos y a decirle que se vaya a su casa y haga lo que tiene que hacer, que es estarse calladito y quietecito.

Sé que es un ejemplo simplista pero fácilmente extrapolable. Nadie toleraría algo similar con su vehículo y menos en un país como España, con un pueblo que se jacta de ser orgulloso (como todos los pueblos del mundo, por otra parte) y donde forman parte de las expresiones populares más extendidas frases como "a mi no me chulea ni Dios", "a mi no me toca los cojones ni San Pedro" o cualquier otra combinación similar que todos oímos un par de veces al día. Por ello sorprende que un porcentaje tan alto de la población soporte y tolere que le chuleen y que le toquen los cojones u ovarios pero bien toqueteados, incluso teniendo en cuenta que mucha gente estará condicionada por la bestial manipulación mediática que estamos viviendo, y que los de mi generación sólo conocíamos por los libros de Historia. Que no es que hayamos caído del guindo ayer, siempre hemos sabido que contaban lo que querían, pero es que el trato (o mejor dicho el "no trato") que se está dando a las revueltas sociales de medio mundo y de nuestro propio país resulta casi inverosímil, casi rozando el absurdo, sobre todo habiendo tantas vías alternativas para verificar esas mentiras u omisiones. Resulta gracioso, por ridículo, ver a nuestros políticos hablando a la ligera de la censura y la propaganda en China, Corea del Norte, Venezuela o Cuba, en muchos casos mintiendo acerca del tema, cuando aquí hay un control total y absoluto de los medios, al menos de los "tradicionales". Por no hablar del afán de censurar y controlar Internet (ley Sinde, y lo que vendrá).

Afortunadamente son tan zoquetes en materia tecnológica que tenemos mucho margen por ahí. Será mejor que lo aprovechemos.

martes, 25 de septiembre de 2012

Impunidad y desproporción


NOTA: esta entrada fue redactada el 25 de septiembre de 2012 antes de ver la brutal represión policial a la que fueron sometidos los manifestantes en Madrid. La palabra "desproporción" ha cobrado hoy un nuevo sentido.

Me pasan el artículo de opinión publicado en ABC y titulado No hay derecho que firma un tal Hermann Tertsch, y me quedo perplejo. Ya sé el tipo de publicación que es y su corriente ideológica, pero no puedo dejar de asombrarme, así que me decido a contestar casi a modo de terapia, por mi propia salud mental. Es lo bonito de la era en que vivimos, que cualquier ciudadano anónimo puede responder al artículo de un... ¿periodista?, ¿político?, ¿opinante profesional?. No sé cuál es la profesión de este señor, ni me interesa lo más mínimo visto lo visto y leído lo leído, así que el citado anonimato es mutuo.

El señor Tertsch acusa de "golpistas" a los manifestantes de hoy, 25 de septiembre de 2012. El señor Tertsch insinúa, cuando no afirma, que debería negárseles su derecho de manifestación, y sugiere, cuando no sentencia, que no todas las ideas son respetables, y que concretamente esas ideas de manifestarse frente al Congreso "no son respetables ni dignas de ser toleradas". El principal argumento que esgrime para eliminar de un plumazo la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y el derecho de manifestación es que resulta que los madrileños se zampan al menos una protesta diaria y varias los fines de semana. Protestas que no considera legítimas y aprovecha para menoscabar en su artículo dando a entender que en el mejor de los casos se junta un centenar de personas.

No voy a caer en la obviedad de dar cifras de asistencia a esos actos de protesta ni a la acampada de Sol, ni de seguimiento de la huelga general. Es información a la que indudablemente este señor, escribiendo para un medio de tirada nacional, tiene que tener acceso. Como recomendación le diría que tratara de acceder a dicha información tal y como llegara al periódico por los canales oficiales, y no como fuera publicada tras la pertinente manipulación de la que seguro fue objeto. A saber: fotos en las que se borra gente con un fino trabajo de Photoshop, fotos en las que se presenta a los manifestantes prácticamente como miembros de Al-Qaeda o sencillamente "malos estudiantes" (en una de las portadas más bizarras que se han visto) o redondeo a la baja de las cifras del Ministerio de Interior. Cifras estas últimas que ya de por sí suelen ser bastante bajistas, se diría que no cuenta el mismo señor cuando viene el Papa que cuando vienen los indignados, pero ese es otro tema.

Decía que no voy a dar cifras de asistencia ni de seguimiento, porque entiendo que cualquier persona con un mínimo de inteligencia, independientemente de su nivel de afinidad para con las protestas, es capaz de darse cuenta de que este individuo está tratando de menospreciar conscientemente los movimientos sociales acaecidos en los últimos tiempos. Él sabrá por qué lo hace y a dónde pretende llegar.

Sin embargo, me parece realmente despreciable que achaque el seguimiento de estos movimientos sociales a la impunidad de la que según él gozan los manifestantes, que les lleva a reaccionar, dice, con "absoluta desproporción", como si las protestas fueran una mera excusa para arrasar ciudades y destrozar mobiliario urbano. ¿Habla de impunidad y desproporción?. ¿En serio?. Muy señor mío, impunidad es que se permita a los miembros de los irónicamente llamados Cuerpos de Seguridad taparse el número de placa para poder abrirle la cabeza a un conciudadano sin tener que rendir cuentas después. Desproporción es disolver a hostia limpia una manifestación de estudiantes de instituto que pedían calefacción en las aulas y referirse a ellos como "el enemigo". Impunidad es que miembros de los Cuerpos de Seguridad se disfracen y se infiltren en una manifestación con el único objetivo de provocar disturbios violentos y justificar que sus compañeros de uniforme puedan disolver por la fuerza la protesta.  Desproporción es que se nieguen apenas 9 millones de euros anuales para un centro de investigación en Valencia y se calcule una inversión pública de más de mil millones de euros sólo en infraestructuras para el puto Eurovegas. Impunidad es que una diputada diga "que se jodan" refiriéndose a los ciudadanos a los que se supone que representa en ese, cito textualmente, "sancta sanctorum de la Democracia y el Estado de Derecho", y no sufra ninguna consecuencia. Desproporción es que la casta política apruebe en ese mismo "sancta sanctorum" que hay que pagar todos y cada uno de los desmanes de la Banca y sus acólitos recortando servicios sociales y derechos laborales y pidiendo sacrificio a la vez que se votan sus propias subidas de sueldo. Impunidad es incumplir, punto por punto, el programa electoral que votó un 30% del electorado tomando medidas brutales, y a pesar de que no ha servido para mejorar en absolutamente nada, ni dimitir, ni convocar elecciones, ni tener ningún tipo de consecuencia.

Este hombre habla de impunidad y desproporción porque le molestan los colapsos de tráfico en el centro. Cospedal compara las protestas con el intento de golpe de Estado del 23 F. Dan ustedes verdadero asco. Les deseo muchos colapsos hoy. De todo tipo.

Declaración de intenciones

Este blog nace como un sitio donde poder plasmar esas contestaciones airadas que uno tiende a espetarle a los políticos o "periodistas de opinión" cuando los ve por televisión, lee el periódico o trata de informarse libremente a través de Internet mientras aún es posible, sabiendo perfectamente que nadie le va a oír. Y en el caso de que alguien le oiga, meneará la cabeza y dirá: "Otro listo arreglando el mundo. Menudo pringao, tiene la cabeza llena de pájaros...".

Pues exactamente eso es este sitio, el blog de otro listo con la cabeza llena de pájaros.